jueves, 26 de mayo de 2011

EL ACTOR Y SU MONÓLOGO INTERIOR

Hoy, todo me ha hecho pensar, que no tendré un buen día para salir a escena. Me he maquillado en un momento, pero la expresión de mi rostro que he visto reflejada en el espejo, no era la imagen de otros días.
Al ir a repasar los cinco primeros minutos de la obra, me he atascado, y eso me ha producido un ataque de pánico. Nervioso como estaba, he notado como mis pulsaciones se disparaban, y el corazón ha comenzado a bombear como la bomba del coche de los bomberos, en plena acción de sofocar un incendio.
De pronto, han acudido a mi memoria hechos ocurridos durante la niñez. La imagen de un niño, que estaba rodeado de fuego por todos los costados, mientras, que a su lado un anciano, recogía las migas de pan caídas sobre su servilleta.
El ruido de las sirenas me aturdían. En los cristales de las ventanas se volvían a reflejar los destellos, que emitían las luces de los furgones, mientras, que las llamas se precipitaban rapidamente por la fachada del edificio. De uno de los pisos altos, saltó un hombre al vacío.
Para calmar mi ansiedad, recogí con mi dedo índice las migas de las sobras de la cena, que habían quedado en el plato que hay sobre la mesa.
El timbre llamando a escena, está irrumpiendo con fuerza en el camerino. Volví mis ojos hacia las migas de las sobras, mientras, que mi índice las aglutina para recogerlas. Sin embargo, estas se resistían y multiplicaban.
El ruido de las pisadas sobre la plataforma, (esta conducía a los actores al escenario) indicaba, que los compañeros estaban preparados, para iniciar la función.
Sin embargo, yo me he sumido en un bloqueo, al contemplar como un bosque de llamas rojas, se extendían por el camerino.
En mi mano derecha, un encendedor. El índice de la izquierda, recogiendo migas del plato, al tiempo que el timbre de escena me anunciaba, que había comenzado la función.

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