jueves, 24 de mayo de 2012

LA TERCERA ORILLA (Cuento de Joaô Guimarâes


Me permito a modo de ejercicio de síntesis ofreceros un excelente cuento:

La voz narrativa de este cuento es la de un hijo. Éste relata en primera persona, el momento en que el padre les abandona y el posterior seguimiento que hace de él y de los sucesos relacionados con éste.
Todo comienza, cuando un hombre que a lo largo de su vida ha sido un excelente cumplidor en todas sus facetas, toma la decisión de construir una canoa pequeña, con una sola tablilla para el remero.
La esposa no entiende que su marido, que ni siquiera es pescador, se dedique a esa construcción. Sin embargo, el hombre se mantiene en silencio y no da explicación alguna.
Relata el pequeño, que próximo a la casa existe un río navegable cuyos márgenes son tan anchos, que no permiten ver la otra ribera.  
En el transcurso de la narración afirma, que él no podrá olvidar nunca el período de tiempo que alcanza, desde el inicio de la construcción de la embarcación hasta que esta estuvo lista.
Un día el hombre, sin mostrar ninguna emoción, toma un sombrero y brevemente dirige una despedida a todos. No toma fardo alguno ni da ningún tipo de recomendación. La esposa, a pesar de su palidez, le grita con todas sus fuerzas que no vuelva nunca más. El hombre sin responder hace una seña al pequeño para que le siga. A pesar del miedo a la reacción de la madre, éste le sigue.
El chico pide a su padre que le lleve con él. Pero éste se vuelve para darle la bendición y le manda de regreso a la casa. El padre se instala en la canoa y esta comienza a deslizarse por las aguas del río. El hombre no regresará a pesar de instalarse en medio de los espacios del río, sin salir para nada de la canoa.
Todos, aunque nadie quiera decirlo, consideran que se ha vuelto loco. También piensan, que cuando los alimentos que lleva en la embarcación escaseen, se dará al traste la idea de permanencia indefinida en la embarcación. Pero se engañan.
El chico le lleva a menudo algunos alimentos, que la madre deja a la vista de éste de manera disimulada. Pero el hombre sólo coge algo de vez en cuando.
Familiares, el cura y hasta los soldados acuden al lugar con ánimo de hacerle desistir de tal vida. Todo resulta inútil, pues él que conoce el río a fondo, se oculta de ellos. Nadie entiende como aguanta noche y día, aguaceros, frío, y el fuerte sol que cae sobre el lugar, sólo resguardado por aquel sombrero viejo. Nunca más pisará tierra y sólo para el momento de dormir amarraba la canoa en algún islote de la corriente.
El relato va siguiendo los acontecimientos familiares y como éstos pretenden, que aunque sea desde la lejanía, tenga contacto visual con ellos, pero todo es inútil. El hombre se vuelve barbudo y greñudo, con las uñas crecidas, débil y flaco, ennegrecido por el sol y con la pelambrera con aspecto de alimaña, casi desnudo...
Llega un momento en que cada uno de los miembros de la familia van tomando otros caminos y el único que queda en el lugar es el hijo. Éste se pregunta, si él será el culpable de aquella situación. El tiempo va transcurriendo y el hijo comienza a notar, que la vejez le está invadiendo. Cada vez con más frecuencia tiene achaques de reumatismo y las fuerzas le están abandonando.
También se pregunta, si se estará volviendo loco, aunque en su casa esa palabra nunca se mencionó y a nadie habían condenado por loco. Dentro de ese preguntarse fue madurando una idea. Se fue a la ribera del rio y con un pañuelo hizo señales. Al final apareció el padre, sentado en la proa de la embarcación.
Le llamó unas cuantas veces y cuando supo que le prestaba atención, le manifestó lo que se había jurado y acordado. Le recordó su vejez y que ya había cumplido lo suyo, que era hora de regresar, después acordarían la sustitución. Él tomaría el puesto de su padre.
Sin duda el hombre le escucha ya que pone la proa de la embarcación hacia donde está su hijo. Pero éste tiene la sensación de que la figura que ve, viene del Más allá. Al hijo le sacude tal miedo, que los cabellos se le erizan y de pronto huye del lugar de un modo desatinado. Ahora se avergüenza y pide perdón de manera repetitiva. El hondo sentimiento del miedo sufrido, le lleva a enfermar. Nadie más supo del padre.
Sin embargo, es el momento de preguntarse y saber de su hombría, después de tamaña traición. Es el momento en que le toca quedarse callado. Sabe que es tarde y teme perder la vida en los caminos del mundo. Sólo pide que por lo menos cuando le llegue la muerte, le agarren y le depositen también en una canoíta de nada. Luego, puesto sobre aquella agua que nunca se detiene, él también navegará entre las anchas orillas, río abajo, río afuera, río dentro de aquel río.

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