domingo, 17 de abril de 2011

CARTAS AL CIELO

Estimado amigo Jesús:

Con este escrito quiero manifestarte, mi reconocimiento y adhesión al ejemplo y mensaje, que nos trasmitiste a lo largo de tu estancia entre nosotros, hace algo más de dos mil años. Obras y Palabras, que abrieron una puerta a la Esperanza, para la humanidad.
Sin embargo, en el transcurso del tiempo vivido sin tu presencia física, de manera contraria a lo que ocurrió con los primeros creyentes, que se afianzaron con tu luz, vemos que de manera paulatina crece una desesperanza.
A veces esa pérdida, ocasiona frustración debido a una actitud ingrata y egoísta por parte nuestra. Y es que la pérdida de aquella luz que iluminó el camino de los primeros creyentes, ha decaído por un simple soplo de viento, que  puede acabar apagándola.
El padre en un acto de generosidad, después de prepararnos un lugar de estancia, (El Mundo) nos crea a nosotros, para que nos relacionemos con Él y compartamos su Creación. Sin embargo, poco duró nuestra actitud de agradecimiento por los bienes recibidos, y pronto estuvimos prestos a suplantarlo o a prescindir de su presencia. (Caída de Adán y Eva)
Por un soplo del fondo de Dios mismo, recibimos la vida y su don divino.
Si nuestro primer estado, fue fruto del amor del Creador, este segundo que vivimos las generaciones fuera del paraíso son por obra nuestra, tanto es así, que para recuperar la relación perdida con Él, éste se tuvo que ofrecer en tu persona (como Hijo), para asumir todas nuestras infidelidades e ingratitudes para siempre.
Reparo que tu mensaje se va diluyendo entre tu pueblo, y que incluso algunos de tus pastores flaquean y han perdido fuerza, en su relación con el rebaño que les diste a cuidar.
Los egoísmos personales e infidelidades, que a veces son eco en la prensa y la televisión de unos y de otros, hacen perder vigor a tu Palabra, y mas cuando procede de aquellos que la deben hacer llegar a todos, para que esta ocupe nuestras vidas y sean reflejo de tu mensaje.
La cruz que tú asumiste voluntariamente, se nos revela a veces, harta pesada.
Sin embargo, la promesa de recuperar el paraíso perdido, debe darnos fuerza aunque sea de manera individual, para poder aceptar el peso de la cruz que tú dignamente y sin protestas llevaste hasta el Calvario.
Pedirte saber, llegada la hora, encarar dignamente el momento del traspaso, afianzado en mi creencia de que es la puerta a la eternidad. Espero la magnanimidad de mi Creador, no por mis méritos sino por los tuyos, que fueron el sacrificio último y preciso, para reconciliar al Hombre con Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario