sábado, 14 de julio de 2012

LA ESCENA


La ciudad de Santa Marta, situada en el departamento de Magdalena, había despertado aquella mañana, con un sol radiante tras una semana de incesantes lluvias. Sin embargo, el personal adscrito a la comisaría central de la policía, no iba a poder disfrutar de tan preciado lujo.

El centro registraba a tan temprana hora, una actividad un tanto febril. La causa era que se había recibido una llamada de urgencia, efectuada por un ciudadano. La denuncia recogía, la aparición de dos cadáveres en un terreno arcilloso, al sur de la ciudad. Hacia allí se había dirigido el comisario Carmona, con un pequeño ejército de agentes.

Los muertos, porque muertos estaban, de eso estaba seguro el comisario, yacían por los suelos abrazados, como si fueran dos amantes en una postrera demostración de amor. Sin embargo, había dos detalles que rompían aquel encanto.

En primer lugar, los cuerpos estaban justo al lado de una carretera, que tenía su final en una explotación de arcilla para ladrillaría. Los cadáveres se encontraban tirados sobre una cama de zarzas, de cuya ausencia de comodidad no le cabía la menor duda nadie; el segundo y más importante era, que toda aquella sangre que encharcaba el suelo a su alrededor, y eso lo demostraban todas las evidencias, era la sangre de ambos.

El comisario cómo si fuese un aficionado a los puzles, dio comienzo su trabajo de investigación. Las piezas le debían ayudar a encontrar, al o asesinos que se habían tomado la molestia de montar aquella escena de teatro.

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