miércoles, 11 de julio de 2012

LA TÓRTOLA, EL NENÚFAR Y YO

Hay cosas que aunque pase el tiempo, siempre habitarán en nuestros pensamientos. Eso me sucede con la pequeña laguna situada en el centro del parque de la ciudad. Allí durante la migración, cada tórtolo de plumaje marrón que la visitaba, arrullaba constantemente a una única hembra; mientras, los nenúfares de flores blancas esparcidos por la superficie de sus aguas, navegaban en silenciosa deriva.
Al igual que las tórtolas, nuestras jóvenes hembras merecen ser tratadas con galantería, a la vez que amadas por sus parejas. A lo largo de todo el día y en la oscuridad de la noche, mis pensamientos siempre serán para mi tórtola.
Lucho para que el sueño no se apodere de mí, y así no dejar de sentir su proximidad. A veces he pensado, que si ella rechazara el amor que la ofrezco, la tristeza que inundaría el corazón podría hasta conducirme a la muerte.
Anochece… Ha llegado la hora de recoger algunos nenúfares de la laguna. Luego, colocados entre otras plantas, me servirán para adornar el jardín donde cortejaré a mi dama. Más tarde, ya sentados en el balancín haré poesía de sus encantos, mientras que hasta nuestros oídos, llegarán los sonidos melancólicos de diversas canciones de amor.
Si como he soñado despierto, llegase a posar mis labios en los suyos, creeré haber llegado por fin, a las puertas del paraíso.

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