jueves, 9 de diciembre de 2010

SOMBRAS

La sombra grisácea y escurridiza, se deslizaba tan pronto por las paredes, como sobre el suelo y cuantos objetos se ponían en su camino, mientras, obligatoriamente seguía los pasos de su dueño. En su caminar por la ciudad, ella se veía proyectada sobre aquellos, en tanto que la luz del día caía sobre el personaje.
Había sido una sombra importante, ya que quien la poseía, era dueño y señor de vidas y haciendas, dentro de la ficción. Sin embargo, ahora que la tristeza les invadía, cada vez era menos visible sobre el asfalto de la ciudad.
El personaje había enfermado, y los días se sucedían monótonos. Cansados y aburridos por la soledad, acababan tumbados ambos sobre la cama. Se habían acabado aquellos eternos días, en que la música y el baile, ocupaban parte de sus noches de juerga.
Cuando su dueño se enamoraba, ella también gozaba de ese amor. Los besos que él daba a sus enamoradas, llevaban además de sus labios los suyos también.
Si el personaje moría, ella también moriría sin remedio, no podría escapar de tan triste final. Le gustaría recuperar aquellos días, en los que acompañaba a un bebé. Su mamá le ofrecía sus pechos para que él mamara, y ella, como su sombra que era, libaba de ellos con igual satisfacción.
Más tarde en el colegio, había participado de todos los juegos, de aquel que más tarde se convertiría en un gran escritor. No recordaba haber sudado tanto. La causa, no era el calor de la luz que la proyectaba sobre el mundo, sino, por que su personaje no paraba quieto ni un momento.
Cuando éste comenzó a escribir, se pasaban largos ratos en el jardín de la mansión donde vivían. Como parte de él, quedaba según la luz, quieta en algún lugar donde no le estorbara, para que su imaginación fuese fructífera.
Cuando al fin terminaba el relato, lleno de satisfacción el personaje se estiraba. Esta acción demostraba que estaba contento con el resultado obtenido, y ella no podía menos de repetir su acción.
Luego llegaron los triunfos. Fue una gran época, ya que les permitió recorrer las grandes ciudades del país presentando sus obras. Las entrevistas en radio y televisión eran permanentes.
En esta última, tuvo ella, como lo que era, ocultarse más allá de lo que solía hacer; así los focos no la detectarían, al tiempo que los técnicos de la iluminación luchaban por evitarla.
En fin, sus días por paredes y suelos, así como apoyada sobre su personaje, estaban llegando al triste momento. No sabía cual sería su nuevo destino, pero lo que estaba claro, era que había vivido una vida intensa. ¿Qué más podía pedir?   


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