lunes, 1 de febrero de 2016

MI ANGEL CON ALAS

Hola amigo: Es probable, que nunca llegues a leer este escrito, a pesar de que está dirigido a ti. A lo largo de toda una vida, has sido como una sombra siguiendo mis pasos por este mundo y es de agradecer todo el esfuerzo y protección recibida. Sé, que no te ha sido fácil recorrer el camino que he hecho y que en más de una ocasión te has llegado a plantear, renunciar a ser mi custodio. Pero al final, como les ocurre a los buenos amigos, la opción por la que has apostado ha sido, la de permanecer a mi lado en lo bueno y en lo malo. Ahora, con un montón de años a mis espaldas, he comprobado como la parca ha comenzado a acercarse a mí en demasía. Por eso creo ha llegado el instante, de reconocer los méritos a tu labor. Sí, ya sé que mucha gente no entenderá esta misiva, puesto que no creen en vuestra presencia y eso os ha de resultar harto desolador. Y sí, también han existido otros ángeles en mi vida, aunque estos desprovistos de tus alas. Pero dejemos a los demás y volvamos la vista a nuestro pasado en común. Reconozco, que he planteado muchas dificultades a tu trabajo. Soy una persona inquieta y por lo tanto algo complicada. Sin embargo, no he recibido de ti ni queja ni reproche alguno. Sólo tu manto protector contra la presencia del mal externo. Del mal que en todo ser humano habita, te has hecho cruces de cómo he ido toreando los momentos críticos, a los que la vida me ha sometido. No, no hay duda de que el lugar donde vivimos, no es un valle lleno de alegrías sino de lágrimas. Aunque de vez en cuando, brille una luz en nuestro camino y creamos haber alcanzado la felicidad. Sin embargo, esta resulta ser tan efímera, que en numerosas ocasiones no la sabemos aprovechar, ya que los odios, celos, envidias y un largo etcétera son tan corrosivos, que no nos permiten gozar de la felicidad completamente. Desde mi nacimiento al momento actual, ha ocurrido de todo. Momentos duros en los que he llegado inclusive a pensar, que podía perder la razón ante el dolor que sufría. Luego llegó el amor y con este el compartir tiempos de dicha con mi amada. Más tarde habiendo alcanzado un grado más de madurez, fui colmado de la felicidad inmensa que supone el nacimiento de los hijos, el éxito en la profesión y el reconocimiento público alcanzado. Y tú siempre has estado presente en todos esos momentos, inclusive cuando ni yo mismo he sido capaz de reconocer, que los había alcanzado. Por eso de este escrito, que hasta ahora había quedado pendiente de escribir. Uno debe ser agradecido por todo. Y tú has hecho méritos más que suficientes, para que lo sea contigo. Tu protegido.