martes, 22 de marzo de 2011

LA MALETA DEL ÚLTIMO VIAJE

Ignacio se encontraba frente al féretro de su abuelo. El hombre había fallecido repentinamente, hacía escasamente seis horas. La muerte le había sorprendido en la noche y nadie había podido hacer nada por él.
El joven recordaba muchas de las cosas vividas con su abuelo, así como las historias que éste le había contado. El anciano era un hombre con una gran experiencia y lleno de vivencias, que el nieto guardaba celosamente en su interior.
Ahora, las historias acudían a su mente en tropel, pero el joven sólo deseaba que volviese su abuelo para contárselas. Sin embargo, uno de aquellos relatos prevalecía sobre los otros en el momento crítico que vivía.
Al igual que su abuelo, el personaje de la historia había muerto repentinamente. Cuando el hombre se percató que estaba a punto para cruzar el camino que llevaba a la otra orilla, observó a un Ser extraño ante él.
Tenía un aspecto raro y se aproximaba lentamente, con una maleta raída en su mano. Tan pronto llegó a su lado éste le dijo:
—Lo que tengo que decirte lo haré sin rodeos…soy la muerte. Es la hora de irnos
—Pero con la cantidad de cosas que tengo pendientes, ¿no podrías…?
—Lo siento —interrumpió la muerte —pero ha llegado el momento de tu marcha.
— ¿Qué traes en esa maleta? Preguntó intrigado el personaje
—Tus pertenencias
Eso alegró por un momento al hombre que se atrevió a preguntar.
— ¿Entonces serán mis cosas, mis ropas, mi dinero…?
—Todo a lo que te refieres, son cosas materiales que nunca te han pertenecido. Eran de la tierra.
— ¿Serán pues todos mis recuerdos?
—Lo lamento, pero esos ya no van contigo. Son propiedad del tiempo.
—Puedes deben ser mis talentos.
—No, porque esos formaban parte de las circunstancias.
— ¿Qué me dices de los amigos y familiares?
—Estos tampoco te han pertenecido, pues son del camino
— ¿Y mi mujer e hijos?
—Nunca han sido tuyos, su propietario era el corazón.
— ¿Será mi cuerpo lo que hay dentro?
—No te equivoques tampoco era tuyo. Su propiedad es de la tierra.
—Pues ya sólo me queda saber, si dentro de la maleta está mi alma.
—Lo siento. El propietario de la misma era el universo.
El hombre quedó decepcionado por las respuestas recibidas. Sin embargo, aunque lleno de espanto, arrebató la maleta a la muerte y arrancó a correr.
Cuando se hubo alejado, sin esperar a más, abrió con facilidad la misma, y se dio cuenta de que estaba vacía.
Suspiró y sus ojos se llenaron de lágrimas. Luego, regresó y preguntó a la muerte:
—Me estás diciendo, ¿qué nunca tuve nada?
—No he dicho eso. Cada uno de los momentos que viviste, fueron sólo tuyos…
La vida es un momento y será lo único que podrás cargar en la maleta, si la has disfrutado en su totalidad. No te detengas a comprobar la propiedad del momento, disfrútalo.
Vive el ahora, vive la vida y no te olvides de ser feliz.

*Este corto está basado en un cuento cuyo autoría desconozco. Si algún lector descubriese el autor, ruego me lo comunique para hacerlo constar.







miércoles, 16 de marzo de 2011

DENUNCIA

Al intentar incorporar mi blog (http://farranz.blogspot.com)/ a paperblog.es, detecté que había sufrido una usurpación del nombre del blog por parte de una empresa indonesa.
Como quiera que la mayoría de los textos procedían de otro blog, adjunto la dirección de este, para aquellos que quieran leer la totalidad de mis escritos http://farranz.lacoctelera.net/
Las nuevas publicaciones serán a través del actual http://farranz2.blogspot.com/

domingo, 6 de marzo de 2011

DE LOS ÁRBOLES

Durante los años de adolescente, mi vida fuera del colegio giró alrededor del ‘Campo Grande’. Este era el parque más extenso de la ciudad, y se encontraba en las proximidades de mi casa.
En los muchos momentos de espera, ya que mis amigos solían llegar un poco más tarde que yo, me complacía observar los árboles que marcaban los caminos ajardinados de su interior, mientras el tiempo transcurría lentamente. Plátanos, chopos, olmos, palmeras chinas, cedro del Líbano, castaños de indias, el árbol del amor, arces…
Estos se mantenían en un escrupuloso silencio, puesto que ya se sabe, los árboles hablan poco. Observan la vida de cuantos se acercan a ellos, transmitiendo la sensación de estar meditando, mientras mueven sus ramas.
A la llegada del otoño, sus hojas caen secas por el riguroso calor del verano; los más viejos hablan entre ellos, pero su voz es tan queda, que se pierde entre el ruido de la hojarasca.
Entre sus ramas encuentran cobijo, tordos, pavos reales, alondras, gorriones, faisanes, palomas, ardillas…
Si alguien pretendiese escribir un libro, sobre los pensamientos que emanan de ellos, lo tendría difícil. Sólo el rumor de sus ramas, cuando el viento las mece a su merced, o al atardecer el grito del pavo real en su cortejo a la hembra u otros sonidos, nos dan señales de un vida intensa pero silenciosa.