miércoles, 16 de febrero de 2011

CARTA DE UN NONATO A SU MADRE

Querida mamá:

Va para catorce semanas, que habito dentro de tu seno. Estoy deseando poderte abrazar, para agradecerte todo lo que supone para mi, que me hayas concebido.
Sin embargo, estoy un poco triste, porque sin oír y entender tus palabras, creo no soy esperado con alegría. Tu sonrisa ha desaparecido de tu rostro, y tus pensamientos están tan alejados de mi, que pienso que estás dando vueltas a como evitar mi presencia.
Mamá, recuerda que yo no te pedí que me concibieras. Además, no he hecho nada para merecer, que ahora quieras ahogar esta vida que comienza, y que seguro en el futuro te dará muchas alegrías.
Me gustaría que antes de que tomes una determinación, pienses en lo que opinarías de tus padres, si estos se hubiesen planteado la misma cuestión sobre ti.
Recuerda cómo disfrutaste la noche que me concebiste ¿Fue una noche feliz para ti? ¿Por qué ahora quieres privarme mi felicidad?
¿No te gustaría abrazarme? ¿Mi rostro de bebé, no alegraría tu cara?
Mis llantos te acongojarían, sí, pero mis risas y caricias te llenarían de gozo si pudiese dártelas.
¿Qué te preocupa? Renunciar a algunas cosas no es el fin del mundo, lo verás compensado cuando mis manos jueguen con tu cabello.
Puedes pensar que voy a trastocas tu economía, sin embargo, habrás oído decir, que los niños llegamos a este mundo con un pan debajo del brazo. Pero aún, si así no fuera, con un colchón, una manta y el calor de tu cuerpo, viviría inmensamente feliz.
Tus pechos serían mi alimento, y mi presencia te animaría a luchar por sacarme adelante.
La historia no la escriben los cobardes. Una mujer luchando por la vida y el sostenimiento de su hijo, es vista con buenos ojos por la sociedad, más que cuando esta decide renunciar a esa lucha, lo abandona o acaba con él.
Querida mamá, no me mates, déjame disfrutar de la vida. Pero, si no te vieras con ánimo para darme tu amor, deberías permitir al menos, que otras personas puedan gozar de lo que yo pueda darles, y como contrapartida, yo a cambio recibir de ellas el amor que tú alegremente me niegas.
Sin embargo no dudes, de que independientemente de la decisión que tomes, te perdonaré y desearé que seas tan feliz, como yo lo hubiese sido a tú lado.
Tu hijo concebido.

martes, 15 de febrero de 2011

CUANDO HABLAMOS DEL TIEMPO

A partir de una determinada edad, si los problemas y las enfermedades nos respetan y la vida sigue por cauces normales, viviremos el trascurrir de los días con gozosa armonía. Tenemos la vida encarrilada, y casi estamos preparados para emprender el viaje a la otra orilla. Sin embargo, de vez en cuando nos da por pararnos a pensar, en alguno de los muchos días vividos. Sirva de ejemplo, una tarde cualquiera del otoño de nuestra vida.

Sin más, nuestros ojos recorren las orillas de los caminos, donde se acumulan un sin fin de hojas muertas, que han ido cayendo de los árboles. Las hay de casi todos los colores: rojizas, ocres, amarillas o blancas… Recuerdos de nuestra niñez, nos conducen a los momentos que saltábamos sobre ellas, provocando el crujido de un objeto seco. A veces, pretendíamos crear una corriente de aire, para que las mismas volaran.

Una vez despertados los recuerdos, estos, como los fantasmas en su recorrido por las habitaciones de un castillo encantado, nos asaltan de tal manera, que nos llevan a sentarnos sobre la hojarasca. Nuestra mente, imbuida por el momento, permitirá que las secuencias de nuestra vida, vayan desfilando por el abismo de nuestros ojos, y nos muestren una naturaleza con cierto aire de tristeza. Mientras, las luces de un cercano crepúsculo, invadirán nuestro espíritu.

El verano ya ha marchado, y las gentes han comenzado a cubrir su cuerpo con unas nuevas indumentarias. El día se acorta, y pronto las luces tendrán que iluminar las calles, mientras, la rutina vuelve a ser la norma. Imágenes, como el regreso de los niños a las escuelas, con su permanente algarabía, nos recuerdan hoy ¡cómo pasa el tiempo!

viernes, 11 de febrero de 2011

ALBORADA

La noche comienza a diluirse al mismo tiempo, que el alba se comienza a manifestar con los rayos del incipiente sol.
A nuestros rostros, aún llega la brisa fresca y suave de la noche. Esta impacta sobre nuestra faz, y procede a lavar y aclarar las brumas de nuestros sueños.
El cielo nos ofrece todo tipo de nubes, que con sus colores variables y vistosos, por un momento aportan quietud y animan la vida, mientras la luz del astro va creciendo por momentos.
Esa luz, primero es tenue y tierna, para luego como el amor, llegar a eclosionar con viveza.
En medio de este recorrido, entre la oscura noche y la clara mañana, no dudo que estoy delante de uno de los majestuosos dones de la vida.    

martes, 1 de febrero de 2011

LA AUSENCIA

Aurora, sentada sobre la fina arena de la playa, observó como descendía el sol enrojecido durante el crepúsculo. Este, tras la línea del horizonte, poco a poco se fue ocultando de su triste mirada.

A su lado, aún se marcaba la figura esculpida de él sobre la arena, mientras, que la espuma que provocaban las olas sobre la orilla, la intentaban borrar antes de que el sol desapareciera del todo. Tras de si, sólo quedaba un angustioso silencio.

Cansada de soñar, había buscado entre la brisa por si aún quedaba la aroma de su esencia. Sin ella sabía, no recuperaría un atisbo de su presencia. Escuchó el lamento de las olas, por si en el silencio, la llegaba el sonido lejano de su voz.

Su soledad la asustó. Ya que ahora temía, que durante algún tiempo todo le hablara de él. Imágenes como el sol, las gaviotas, la arena, las olas, el susurro que provoca al deslizarse el agua por los acantilados; todo envuelto en un eco mudo, la harían regresar al recuerdo.

No tenía nada a su favor. Ni siquiera las estelas de luz que provocan las estrellas fugaces, donde antaño habían depositado sus deseos, serían ahora altavoces desde donde se anunciara su regreso.

Dentro de la soledad, donde ella pretendía que habitara su sosiego, había una tristeza absoluta. Ahora, oculto el sol, la pálida luna reflejada sobre las aguas de un mar tranquilo, escucharía en silencio sus sollozos.