Lola extendió la toalla, sobre la fina arena de la playa. Luego, mientras depositaba su ropa y bolso sobre ella, las imágenes de un tiempo no muy lejano, volvieron a sus ojos. Todo, hasta el caluroso sol que cubría el lugar, se lo recordaba.
Seguía sin entender porque él la había dejado.
A su alrededor, grupos de familias, parejas, chicos y chicas, que intentaban pasar un alegre día, al tiempo que aliviaban el sofocante calor.
— ¡Cariño! —oyó que decía un hombre.
Y ella giró la cabeza en su búsqueda. Sin embargo, no era Gabriel. Él seguía estando en ella.
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