miércoles, 26 de octubre de 2011

EL PROFESOR Y LA LEYENDA

 ¡Riiiiiiiiing…! el repiqueteo estridente de aquel timbre, inundó durante un rato todo el recinto escolar. Su sonido fue llegando hasta el aula más alejada. Era el aviso, con el que se ponía punto final a las clases de aquel trimestre. Aurelio tuvo que hacer un esfuerzo, para que sus alumnos le prestasen un momento de atención.
— ¡Haber chicos!, una última cosa. Mañana, tal como estaba previsto, iniciamos la salida de tres días a la Garrotxa. Recordar, que sólo debéis llevar lo imprescindible para estas jornadas, y por favor, sobre todo ser puntuales.
No tardaron los chicos al igual que otros años, en demostrar la inmensa alegría que les suponía la última clase de aquel período. Para ello abandonaron el aula tumultuosamente.
Cuando la clase quedó totalmente vacía, Aurelio recogió los libros y cuadernos que había encima de la mesa, guardándolos dentro del armario. Luego, cerró el aula y se dirigió a la sala de profesores, dónde estuvo un rato departiendo con Sara y Carlos, compañeros que le darían apoyo en la excursión.
Ya en su casa, se dispuso a repasar el programa del viaje. Cuando creyó tenía todo bajo control, dio por finalizado su trabajo del día. Sin embargo, recordó que antes debía mirar el correo.
Se conectó a Internet. Una vez repasado los mensajes y viendo que todavía era temprano para acostarse, intentó encontrar alguna documentación de apoyo, para la tesis que estaba preparando sobre 'El alcohol y la juventud'.
En su recorrido por la web, visitó varias páginas hasta que una de ellas llamó su atención. Era una leyenda de la que jamás había oído hablar. Imprimió el texto y se lo llevó a la habitación para leerlo. Ya en la cama, satisfizo su curiosidad. Se trataba de una historia de amor, pasión, locura y muerte. Pero el cansancio pudo con él y se quedó dormido.
A las siete de la mañana, como cada día, sonó el despertador. Sobre la cama, encontró los papeles de la noche anterior, y los añadió al corto equipaje que llevaba. Sus alumnos ya le esperaban al pie del autocar.
Cuando le vieron llegar, todos corrieron a su encuentro. Con este gesto le mostraban su aprecio, a cambio recibían de él su entera dedicación.
Subieron al vehículo, y el conductor lo puso en marcha en dirección a la Garrotxa, punto de destino. Aurelio dejó que sus compañeros, Carlos y Sara, explicasen el programa que tenían preparado. En el fondo, se trataba de aprender a convivir con los compañeros, lejos del aula.
Los tres profesores a lo largo del trimestre, habían preparado juegos divertidos y canciones de lo más diversas. El programa entusiasmó al grupo, por lo que al terminar la explicación aplaudieron con gran revuelo.
Al cabo de un rato, el autocar se llenó de sonidos musicales y armoniosos. Por un lado las voces de los chicos, por otro, la ejecución de Sara con la guitarra. A mitad del camino, hicieron una breve parada, que sirvió a todos para estirar las piernas.
Una vez en la casa de colonias, los tres profesores tuvieron que esforzarse para que les hiciesen caso, pues estaban totalmente alborotados. Los distribuyeron de acuerdo con la capacidad de las habitaciones.
La mayoría eran de seis. Procuraron eso sí, evitar el poner juntos aquellos que eran más conflictivos. Una vez alojados, bajaron al comedor donde les sirvieron una frugal comida. El resto de la tarde quedó libre de cualquier actividad controlada. A las nueve de la noche tendría lugar la cena y después de ésta, llegaría el momento del esparcimiento en el salón.
Aurelio se dedicó a preparar los elementos necesarios. Terminada la preparación y sabiendo que Sara y Carlos estaban al cuidado del grupo, se retiró a su habitación. Mientras colocaba su ropa y enseres en el armario, se encontró de nuevo con la leyenda. La volvió a releer sin sospechar siquiera, que aquella historia le iba a dar mucho juego con los chicos.
Poco antes de las ocho, se reunió con los otros profesores. Pusieron a punto el plan de trabajo y se dirigieron al comedor. A la hora prevista los chicos se encontraban ya en la mesa. Sin embargo, se dio cuenta de que faltaba Daniel. Se dirigió a los compañeros de habitación de éste, y les preguntó:
— ¿Dónde está Daniel?
Los cinco compañeros casi pisándose las palabras, le dijeron que no se encontraba bien. Aurelio subió en su busca y se encontró al joven vomitando. El olor que se percibía en la sala era insoportable. Sin duda, estaba delante de la primera borrachera del chaval. Éste notó la presencia de Aurelio, y comenzó a gimotear a la vez que reía.
En el cuarto de baño encontró varias toallas y con ellas, el profesor le limpió la cara y con sumo cuidado le recostó en la cama. Viendo que el vómito continuaba, bajó a la recepción, donde consiguió del conserje una palancana y más toallas. Llamó a Sara y le pidió que de la cocina le subiesen un café cargado. Él volvió con Daniel.
Cuando subió Sara, se encontró a Aurelio hablando con el chico. Le reprendía suavemente, mientras éste le atendía aturdido y avergonzado.
Entró y acercó la taza de café a Daniel. Éste, les contó balbuceando, que hacía tres días sus progenitores se habían separado. Él no llevaba bien la ausencia de su padre, por lo que en venganza, había decidido emborracharse. Estuvieron hablando con el muchacho un buen rato, y cuando vieron que se encontraba estabilizado, bajaron al comedor. Los alumnos al verlos entrar, quisieron saber como se encontraba su compañero.
Ellos contestaron que bien, pero que todos debían continuar cenando. Pusieron a Carlos al corriente de lo ocurrido, mientras ellos tomaban el primer plato. Aurelio propuso a sus compañeros de docencia, cambiar el programa de la noche. Lo ocurrido, le había dado una idea para responsabilizar a los muchachos sobre el consumo de alcohol. Éstos estuvieron de acuerdo.
Ya en el salón de juegos y con todos ocupando su sitio, les explicó como habían encontrado a Daniel y el porqué de su estado; eso sí, en todo momento evitó comentar, que el motivo era la separación de sus padres.
—Hace unas horas, después de repasar las reglas del juego que os íbamos a proponer para esta primera noche, intenté a través Internet encontrar información para una tesis que estoy haciendo. Allí encontré una página que despertó mi curiosidad. El título de la misma: 'En el vino está la verdad'. Creo que lo sucedido bien merece, que os relate la leyenda que la acompañaba.
La historia proviene del medio oriente, concretamente del Imperio Persa.
<<Cuentan que entre los años 4000 y 3000 a. C. había un rey muy goloso del sabor de las uvas (“sirah”) que de diferente color y fragancia allí crecían. El monarca ordenó a sus sirvientes, recogerlas y guardarlas en ánforas dentro de las habitaciones más frescas del palacio, para disponer siempre de ellas.
Las uvas, encerradas en las vasijas, comenzaron a fermentar y su carbono sobrante, a ser despedido hacia el exterior. Pronto, de aquellos cuartos comenzó a salir un olor extraño, que al tener poco escape, quedaba concentrado en sus alrededores. Sin saber como, las gentes del pueblo se enteraron, y comenzaron a rumorear que su rey guardaba veneno en unos recipientes.
Zulima era una cortesana del harén, que no hacia mucho había sido expulsada del mismo, al perder el favor de su soberano. Agobiada por la tristeza, decidió suicidarse.
Para cumplir su propósito, sólo necesitaba del veneno que según los rumores, el monarca guardaba en las habitaciones donde se almacenaban las uvas. Ya en el lugar, vio como un líquido espeso expedía un olor, que en nada se parecía a la dulzura de la uva. Zulima se tomó el líquido de las uvas fermentadas, pensando que era el veneno que acabaría con su vida.
Al beber un sorbo de aquel brebaje, comenzó a notar flojedad en sus piernas, mientras, que una risa un tanto histérica la invadía. Al tiempo notó, como su corazón rebosaba dentro de ella.
El rey enterado de la decisión de la princesa, bajó hasta el depósito en su búsqueda. Encontró que la muchacha no estaba muerta, sino todo lo contrario, danzaba alegremente, por el espacio libre que quedaba entre las ánforas.
La joven con una jarra llena de aquella pócima, se le acercó y le ofreció la bebida. Éste al ver la felicidad de la cortesana, no pudo contenerse y decidió probar aquel néctar que resultó ser licor. El soberano tal como hacía Zulima, comenzó a bailar y cantar. Danzaron, rieron y se entregaron nuevamente el uno al otro, recuperando así su viejo amor.
Descubrieron con su actitud, que la pócima lejos de ser un veneno, era una bebida espirituosa que causaba mucho bien, tanto al sentido del gusto, como del alma>>
Acabado el relato se hizo un silencio entre los jóvenes. El profesor les dio un respiro para que asimilaran la leyenda.
—Aurelio —dijo Gerardo uno de los alumnos más aplicados de la clase —Sí como dicen, el vino es tan malo para la salud ¿cómo podemos interpretar esta historia? Daniel se ha emborrachado, ¿dónde está la verdad?
—Vamos por partes. Daniel ha cogido una borrachera de novato. Ante un problema personal, ha optado por beber hasta la saciedad para olvidar. Es probable que no vuelva a probar el vino en mucho tiempo, por la mala experiencia que le ha supuesto. Pero sobretodo, lo que ninguno de nosotros debe hacer, es considerarlo por este hecho un borracho. Debemos ser comprensivos.
Volviendo a la historia, es un relato de amor que contiene un problema parecido al sufrido por Daniel. Los dilemas que surgen en la relación entre individuos, a veces provocan situaciones de desesperación (motivo que en alguna circunstancia llevan a beber). Zulima, era rechazada por su rey y expulsada del harén.
Al beber no perseguía recuperar el amor de su soberano, sino llegar al suicidio. Lo que sucedió, es que la bebida le produjo una reacción de euforia, que la llevó más allá de la situación que estaba viviendo, pero que era ficticia. Una vez que desaparezcan los vapores etílicos, volverá a la realidad.
El rey, viendo a la mujer que tiempo atrás había amado tan llena de alegría, deseó compartir su felicidad y aceptó beber. El relato nos está ofreciendo un final precioso, dado que ambos recuperan su amor. Pero no siempre es así. En muchos casos, el problema continuará existiendo y la borrachera sólo lo aplazará.
Ante el silencio de los chicos prosiguió.
—El vino desinhibe al que lo toma, y le permite, al no tener un control de la realidad, decir cosas que aún siendo verdad, no son políticamente correctas expresar en algunas ocasiones. Incluso, puede llevar a tomar decisiones poco razonadas. La vid existe desde tiempos remotos, y así lo vemos relatado en la Biblia. Hasta el propio Noé sufrió una borrachera. Por eso debemos ser cautos en su consumo. Ni que decir que produce alegría, y por eso es la bebida favorita en cualquier fiesta. Dicen, 'que en él está la verdad'. Pero no debemos perder de vista la realidad. Si nos extralimitamos en su consumo, lo que hacemos es causar un daño, unas veces a nosotros mismos, y otras a los que nos rodean.
Del final de la sala se levantaron los compañeros de habitación de Daniel. Se acercaron a Aurelio y avergonzados, le entregaron unos botellines pequeños de licor que llevaban. Los profesores admiraron la valentía de aquellos muchachos.
—Chicos, agradezco que os hayáis dado cuenta a tiempo. Ya hemos tenido bastante con lo ocurrido. Esto ahora, no es importante en vuestra vida. Ya tendréis tiempo de saborear su néctar, pero, cuando vuestra capacidad física y de control os lo permita. Ahora, debemos todos ir a dormir. Mañana tenemos trabajos importantes que hacer. Sobre todo, cosas que ayudan al cuerpo y al espíritu.
Los chicos fueron abandonando la sala, para dirigirse a sus habitaciones. Cuando estuvieron solos, Sara sonrió a sus compañeros y dirigiéndose a Aurelio le dijo:
— ¡Ojala!, hubiese tenido un profesor como tú cuando era joven. Daniel se acordará de ti toda la vida. 
Ya en su habitación, Aurelio pensó en las palabras de Sara. ¿Pero no era esa su misión? Ante la separación de sus padres, el chico consideró en su disgusto, que ambos progenitores le habían fallado.
Daniel necesitaba, que alguien estuviera a su lado cada día, hasta que asimilara y entendiera, que la separación de sus padres no era en contra suya. Su trabajo con el muchacho, debía consistir en ayudarlo a recuperar la fe en sus progenitores, sin menoscabo de su labor de docente. Deseó con todas sus fuerzas, que la historia que había relatado, les resultase útil para enfrentarse con la vida. Tal vez, Sara tuviese razón y Daniel se acordase de él en el futuro.
Sin embargo, unos nubarrones cruzaron su mente. Su pensamiento recuperó las imágenes de cinco años atrás, cuando él, al ser abandonado por Amelia, cayó en la bebida. Sólo el amor de su madre y los cuidados generosos de Gerardo, el monitor del centro de desintoxicación, le ayudaron a salir del pozo en que había caído. Esa era la causa por la que ahora, dedicaba su tiempo a la tesis, sobre “El alcohol y la juventud"

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