El alpinista, tan pronto el alba se hizo perceptible, dio comienzo su ascensión hacia la montaña. Más tarde, el sol caería como una losa sobre su espalda. Al mirar hacia la cumbre, se tuvo que restregar los ojos, al ver emerger ante él una diosa.
Y debía serlo, ya que su brillo parecía provenir del Olimpo. Aquel rayo de luz le cegó por momentos, impidiéndole avanzar. Su mente enloqueció, y al pretender coger aquella visión, el hombre cayó por una grieta al vacío.
* Este texto ha sido seleccionado para la Antología de Microrrelatos "Porciones creativas" del concurso
"Pluma, Tinta y Papel"
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