La noche comienza a diluirse al mismo tiempo, que el alba se comienza a manifestar con los rayos del incipiente sol.
A nuestros rostros, aún llega la brisa fresca y suave de la noche. Esta impacta sobre nuestra faz, y procede a lavar y aclarar las brumas de nuestros sueños.
El cielo nos ofrece todo tipo de nubes, que con sus colores variables y vistosos, por un momento aportan quietud y animan la vida, mientras la luz del astro va creciendo por momentos.
Esa luz, primero es tenue y tierna, para luego como el amor, llegar a eclosionar con viveza.
En medio de este recorrido, entre la oscura noche y la clara mañana, no dudo que estoy delante de uno de los majestuosos dones de la vida.
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