LA MIRADA DE JUDAS – Palestina, cruce de caminos en oriente, había sufrido a lo largo de la historia, numerosas derrotas que les habían llevado inclusive a ser esclavos en otros reinos. Muchos eran los miembros de aquella sociedad, que hubieran dado cualquier cosa, por acabar con la dominación romana.
Judas, más cercano a las tesis de los zelotes que de Jesús, interpretó a éste cuando hablaba de “la venida reino”, la posibilidad real de acabar con aquella situación.
Sin embargo, Jesús se refería al reino de la justicia y de la paz, no a uno más entre los pueblos del mundo. Así, que a medida que transcurría el tiempo y no se producía el asalto al poder, fue naciendo en él desasosiego inmenso.
Algunos autores creen, que la entrega de Jesús al poder religioso (que no romano) tenía como intención, por parte de Judas, provocar un conflicto que aclarase de una vez por todas, que Jesús era el Mesías y que establecía su poder para reinar.
Más tarde, se dio cuenta de su error. El Sumo Sacerdote, Caifás, solo pretendía encontrar en Jesús, un delito con el que acusarlo y poder llevarlo ante Poncio Pilato. No perseguía que Jesús aclarase su doctrina, sino que deseaba desapareciera de la faz de la tierra.
Al comprender la situación, pretendió devolver el dinero cobrado, cosa que no le aceptaron los sacerdotes. En esas circunstancias perdió la razón. Por un lado, había traicionado al Maestro, al que sin duda quería. Descubrió que los sacerdotes le habían engañado, al decir que lo que querían era que hablara ante el Sanedrín, explicando su doctrina.
Se encontró desesperado. Ante sus ojos pasaron los momentos de suplicio que Jesús tendría que soportar en poder de los romanos, y optó por el camino más sencillo; ahorcarse.
Ni por un momento optó por el arrepentimiento y ni esperó el perdón. Así como Pedro, después de darse cuenta de su negación, reconoció su error y lloró amargamente, a Judas le invadió el desánimo ante lo que había hecho.
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