* Esta es una síntesis, del documento elaborado por los franciscanos, para la formación de sus miembros.
Aspectos fundamentales
1) Debo poner el amor hacia el otro, en el centro de mi vida.
a) El gran pensador religioso hebreo, Martín Buber, escribía en su obra “Ich und Du” (yo y tú), que el hombre llega a ser el mismo, mediante su relación con el otro. No es posible existir, llegar a ser plenamente uno mismo, sin abrirse a los otros, sin recibirlo en la reciprocidad.
Debe ser un encuentro mutuo, donde la relación no sea esclavizante ni de explotación, sino de crecimiento y de promoción. El amor será la fuerza central de la existencia.
b) Dios en su intervención en la historia, escoge como pueblo a Israel, al que se le revela, le confía su amor exigiéndole como contrapartida su amor al otro: Amarás a tú prójimo como a ti mismo (Lv 19, 18)
Jesús durante su estancia en este mundo, declaró este mandamiento como el más grande, he indica que es el resumen de toda la LEY, así como lo expresado por los profetas (Mt 22, 39)
2) Espacios concéntricos del amor
a) El amor es un dinamismo universal
Siendo todo hombre, mi prójimo, mi hermano, mi actitud debe ser de acogida, de apertura y dirigido a todos sin excepción. Debo estar dispuesto a amar, valorar y mirar con benevolencia, a todo ser humano.
b) Por un amor universal
Hemos de pasar a la realidad concreta, para no quedarnos con el simple enunciado. Y esta realidad concreta será, que a todo individuo que yo encuentre en el decurso de mi vida, tenga una relación más o menos fuerte, o también cuando sea ocasional, le he de profesar ese amor.
c) Como resumen, hacer constar que el amor más fuerte y exigente, estará dirigido a las personas a las que he ligado mi vida. La pareja, familia, comunidad. Aquellos con los que se comparte casa, alimento, que forman parte de algún modo de mi existencia.
Es en esas situaciones donde se pone a prueba el amor verdadero. Pero el amor más auténtico, es aquel que sufre sin flaquear, la prueba del desgaste de la vida diaria.
Actitudes ante la vida
a) La base firme en que se apoya la Fraternidad es la acogida recíproca e incondicional.
Aunque el individuo está cargado de aspectos negativos, yo solo he de ver en su existencia un don, un valor único, una expresión del rostro de Dios.
Porque Dios me ama sin condiciones, pese a seguir siendo pecador, me esforzaré por ver en este hermano que me ha dado, un ser amado, por el que Cristo también ha muerto. (Rom 14, 15)
b) Pese a lo ciegos que estamos para reconocer los lados positivos del “Otro”, no debemos negar sus deficiencias y defectos, ni siquiera el mal que hay en él. Pero se ha de ser consciente de que Yo, también tengo el mismo mal, y que nuestra relación se debe relanzar cada día.
c) El gran milagro del amor divino, es precisamente la capacidad para no desesperar, de recomenzar siempre, de perdonar indefinidamente (hasta 70 veces setenta) (Mt 18, 22) Aquí está la Misericordia.
d) Esta voluntad, de aproximarnos de corazón al otro de forma realista, es junto con el amor de Dios, el valor central de nuestras vidas. Pero hace falta creerlo, y dar a la Fraternidad la prioridad de las relaciones sobre otros temas.
CONSTRUYENDO LA FRATRERNIDAD
Cuando el amor así concebido, ocupa el primer lugar en nuestras vidas, si lo despertamos cuando se adormece, podemos construir cada día la fraternidad concreta. Podemos compartir nuestra existencia, desde los simples detalles de una vida material, hasta la búsqueda espiritual.
Primero la necesidad de comer y beber (1 R 9, 13-12) (2 R 6). Más tarde aspectos económicos, de vestido, de fiesta; manifestar la acogida real al otro, que es donde se resume y demuestra la concreta fraternidad.
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